Mediterráneo (Joan Manuel Serrat, 1971)



Quizás porque mi niñez sigue jugando en sus versos, Mediterráneo es de esas canciones que te transportan a épocas y parajes nunca vividos, que por alguna extraña razón logran poner melancólico incluso a un caribeño incurable como yo…
Será porque de niño mi madre me hablaba de Joan Manuel Serrat con una familiaridad solo comprensible en sus contemporáneos: tan íntimo lo sentía, que en casa le decíamos “el Yoanma”, como si algún levante otoñal hubiera empujado su barca hasta esa ciudad sin costas donde nací, cuando agonizaban los años 70.
Para saldar esa deuda sentimental, siendo apenas un estudiante me colé en el Teatro Nacional con un burdo carné de periodista y esta jeta de concreto, para ver a Serrat dialogar con su alter ego Tarrés, una memorable noche habanera del pasado siglo.
Y como los caribeños también somos cantores y embusteros, nos gusta el juego y el vino, y sabemos ser marineros, Mediterráneo tenía todas las papeletas para convertirse en un tema imprescindible entre los amantes de la buena música y del juglar catalán.
Serrat es, nunca mejor dicho, un artista pop, porque viene y se nutre precisamente de lo popular: sus cantares, sus poetas, sus fiestas y sus musarañas cotidianas componen la larga discografía de este artista que no tiene rubor en cantar las grandezas de otros.
Primer tema del álbum homónimo, editado en 1971 por la compañía discográfica Zafiro/Novola, Mediterráneo es un himno en España, donde fue escogida como la mejor canción del pop nacional en una votación popular realizada en 2004.  
Culé a morir, pese a su amistad con el colchonero irreductible que es Sabina, Serrat presentó ese disco como “un puñado de canciones escritas entre agosto y noviembre de 1971 en Calella de Palafrugell, Fuenterrabía y Cala d’Or. Siempre junto al mar”.
La canción de marras primero se llamó Amo al mar, después Hijo del Mediterráneo, hasta que el bardo comprendió que le bastaba con nombrar la fuente de su inspiración: ese mar como símbolo de libertad y, a la vez, como hogar en los años del franquismo.
En apenas cinco días fueron grabadas las bases, las cuerdas y la voz de Mediterráneo, en los estudios Fonit-Cetra de Milán, donde el sello Zafiro solía enviar a sus estrellas, como Los Brincos, quizás para darles más caché.
Los directores musicales de la producción fueron Gianpiero Reverberi y Juan Carlos Calderón, autor este del complicado ritmo de base seis por cuatro, con batería, percusión y bajo, que conforman el inconfundible intro de Mediterráneo.
Para la carátula del álbum, un Serrat con apenas 27 años y pinta de rock star posó para la fotógrafa catalana Isabel Steva, conocido como Colita entre “la gauche divine” barcelonesa, ese mundillo intelectual con el que se codeaba el cantautor. 
Al final, ni siquiera es la canción favorita de Serrat, quien reconoce que el tema es muy querido por la gente y forma parte de la memoria sentimental de varias generaciones. “Algo tendrá el agua cuando la bendicen, pero si yo tuviera que elegir una canción elegiría otra”, aseguró el catalán hace unos años.
Quizás, Yoanma, quizás, pero… ¿Qué le voy a hacer si yo… nací con Mediterráneo?


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