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Mostrando entradas de agosto, 2013

Wild Safari (Barrabás, 1971)

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Cuando los cubanos queremos cantar una canción que no nos sabemos, en lugar de aprendernos la letra la inventamos. Nuestros aportes al idioma inglés matarían de nuevo a Shakespeare, pero nos salva el sentido del ritmo: si no fuera por eso, nadie sospecharía que el “wachubariii” que a veces vocifero es en realidad el icónico “Wild Safari” de la banda española Barrabás. Aquella agrupación hizo historia con una propuesta musical que combinaba el rock con ritmos étnicos y un intenso “funk” que nadie creería hecho en España. Con el sugerente título de Música Caliente, Barrabás invadió y subyugó Norteamérica y Europa continental. Mucho del mérito se debe a Fernando Arbex (1941-2003), quien armó Barrabás tras su paso por Los Brincos, responsables de ese himno de la década prodigiosa que fue “Tú me dijiste adiós”. Traía ideas frescas para romper con los esquemas del mercado musical español, y su carta de presentación fue insuperable… “Wild safari” o “Safari salvaje” genera una atmósfe

Rivers of Babylon (Boney M, 1978)

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Ni el tiempo ni las cíclicas furias musicales atenúan esa curiosa sensación de sonriente melancolía y ganas infantiles de brincar que transmite el clásico “Rivers of Babylon”. Este tema no parece ponerse viejo, y obra el milagro de resucitar incluso una fiesta muerta: ventajas de cantar la palabra de Dios… Y no es que divinidad alguna lo haya compuesto, es que Brent Dowe y Trevor McNaughton musicalizaron en 1970 los salmos bíblicos 137:1-4 y 19:14, para armar uno de los grandes éxitos musicales de la banda jamaicana de reggae The Melodians. El tema fue pronto un himno rastafari. Ocurre que esos pasajes aluden al lamento de los judíos exiliados tras la conquista de Jerusalén por el imperio babilónico en 586 ANE. Y los “rasta”,   que se autodefinen como descendientes de una de las 12 tribus de Judea, califican como babilónico todo sistema represivo, o la policía misma. Los ríos de Babilonia en cuestión son el Tigris y el Eufrates, a cuyas orilla se sentaban los judíos a ll

Sympathy for the Devil (Rolling Stones, 1968)

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“ Por favor, permítanme presentarme, soy un hombre de riqueza y gusto. He merodeado por muchos, muchos años, robándole a los hombres su alma y su fe… ” Así rompe, entre bongoes selváticos y el ulular de una oscura adoración, la canción “Sympathy for the Devil” o “Compasión por el Diablo”, uno de los muchos clásicos legados por la mítica banda británica The Rolling Stones, aún activa y renovándose tras medio siglo de indiscutible reinando en el rock. En mi parcializada opinión, el cantante Mick Jagger personifica al Diablo más glamoroso y encantador jamás visto en la cultura popular. Más chic que Peter Stomere en “Constantine”, más insolente que Jack Nicholson en “Las Brujas de Eastwick”, más sórdido que el ronco Tom Waits en “El Imaginario del Doctor Parnasus”… Jagger es, simplemente, Su Satánica Majestad… “ Gusto en conocerle, espero que adivine mi nombre ”, desafía Jagger entre pistas y pistas de una identidad que solo revela casi al final de la canción, mostrándose como e