Pedro Navaja (Rubén Blades, 1978)


“Nada me hubiera gustado en este mundo como haber podido escribir la historia hermosa y terrible de Pedro Navaja...”
Tal confesión no es de ningún aspirante a compositor, salsero de segunda o chupatintas con ínfulas: lo afirmó, sin sombra de ironías, nada menos que Gabriel García Márquez cuando el panameño Rubén Blades le telefoneó para decirle que quería musicalizar algún cuento del Nobel colombiano.
Es que Pedro Navaja es un tema imprescindible dentro de ese monumental disco que es Siembra, exponente supremo de la salsa consciente, que habla de la fina línea que cotidianamente separa la vida de la muerte, y lo vulgar que puede llegar a ser en ciudad con 8 millones de historias, como es New York.
Cuando salió el tema, los jerarcas de la empresa Fania pusieron el grito en el cielo, y el empresario Jerry Masucci lo calificó de una afrenta al bailador, tanto por su duración (7:21 minutos) como por su dura temática urbana: la gente quería evadirse, no “bailar” su cruda realidad. Parecía un fiasco…
Sin embargo, aquel álbum de culto grabado por Blades con el trombonista Willie Colón los consagró a ambos, y vendieron 25 millones de copias por todo el mundo, siendo indiscutiblemente el gran clásico de la salsa.
La intención social estaba en sus raíces: Blades, que además de cantante y actor es abogado, se inspiró en la canción Mackie Messer de Bertold Bretch para narrar cómo se matan un guaposo y una prostituta en una ciudad que ni se inmuta con tanto crimen cotidiano, que si acaso oxigena el mal ambiente.
La construcción de la historia y los personajes demuestran que el Gabo no andaba en lisonjas baratas cuando “envidiaba” la gran crónica que es Pedro Navaja: desde que Blades cuenta que por la esquina del viejo barrio lo vio pasar, hasta que el borracho se pierde por el callejón, como en una novela de Kafka, la trama mantiene un ritmo narrativo tan subyugante como el musical.
El clásico hace un guiño al musical West Side Story, de Lenny Bernstein, con un amargo “I like to live in America” matizando el coro que deviene la moraleja del cuento: la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios.
Una sorpresa que nadie se esperó es que siete años después Rubén Blades resucitara al matón del diente de oro, irritado porque la Fania no le consultó la venta de sus derechos para filmar la película Pedro Navaja (Rosas Priego, 1984). En “Sorpresas”, incluida en el álbum Escenas, Blades le da un giro a la historia, sugiriendo que Pedro Navajas sigue vivo, tras asesinar al borracho la noche fatal y hacerlo pasar por él, para desaparecer un tiempo.
Al respecto, confesó que “Sorpresas” fue una canción que le dolió hacer, pues nunca quiso una segunda parte, pero el ego, el orgullo y cierta guapería de barrio lo empujaron a demostrarles a los empresarios que el personaje era suyo. Con esa vuelta de rosca, el filme quedó en ridículo. Tampoco abundan las versiones de Pedro Navaja, salvo algunas piezas teatrales y musicales, uno de ellos interpretado por Gilberto Santa Rosa.
Rubén Blades ha legado personajes como Pablo Pueblo, Adán García, el padre Antonio y su monaguillo Andrés, Ligia Elena o Paula C, pero ninguno goza la fama de su Pedro Navaja, por la fuerza de este clásico y porque todos alguna vez hemos visto a esos Pedro Navajas, con el tumbao que tienen los guapos al caminar…


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